ECSI-ENMI
Encefalomielitis Miálgica
La Encefalomielitis Miálgica (ENMI) es una condición
clínica severa y muy debilitante que afecta el
Sistema Nervioso Central y su conexión con los
Sistemas Inmune y Neuroendócrino. Es comúnmente
conocida como Síndrome de Fatiga Crónica.
Produce variados niveles de discapacidad, deterioro
reversible de las funciones cognitivas, dolores
musculares y/o articulares incapacitantes y
limitaciones en la actividad física y/o intelectual.
Tiene una manifestación clínica heterogénea y a
pesar que no se cuenta aún con un marcador biológico
especifico, es clínicamente reconocible. Las
personas afectadas funcionan con un nivel de
actividad substancialmente menor al que tenían antes
de la enfermedad.
Presenta un patrón de síntomas y rasgos
característicos:
Agotamiento extremo
que no cede con el
reposo y empeora con
la actividad física
y mental. |
Malestar o cansancio
post esfuerzo de
difícil
recuperación. |
Limitación en la
actividad. |
Dolor de cabeza de
un nuevo tipo,
patrón y severidad. |
Dolores musculares y
articulares
debilitantes. |
Trastornos en el
sueño. |
Disfunciones
neurocognitivas como
dificultad para
pensar con claridad,
trastornos en la
memoria de corto
plazo, déficit de
atención, confusión,
lentitud en el
procesamiento de la
información,
alteraciones de la
percepción y de la
motricidad. |
Febrícula (fiebre <
38º). |
Inflamación de
ganglios. |
Presión baja. |
Intolerancia
ortostática. |
Hipersensibilidad a
los estímulos
externos. |
La etiología o causa
de la ENMI es todavía poco clara, si bien han sido
identificados varios factores de predisposición
genética, agentes disparadores, así como también
factores que contribuyen a su mantenimiento.
La ENMI cuenta con un subyacente proceso de
enfermedad poco claro. Las investigaciones han
demostrado la presencia de anormalidades
inmunológicas, endocrinas, neurológicas y
musculoesqueléticas, las cuales podrían ser parte
del proceso primario de la enfermedad, o
consecuencias secundarias al mismo.
Hasta el momento, la literatura científica ofrece
varias hipótesis y propuestas para explicar cómo la
ENMI puede ser causado y sostenido. La calidad de
estas teorías es variable, y algunos de los
mecanismos sugeridos están más bien basados en
asociaciones que en posibles causas o encadenamiento
de factores.
Para el diagnóstico se cuenta con los criterios
diagnósticos clínicos canadienses (2003) y para la
investigación con los criterios diagnósticos Fukuda
(1994) revisados y actualizados en 2003 por el CDC.
Aún no se cuenta con un tratamiento definitivo o que
genere una remisión de larga duración. El carácter
subjetivo de los síntomas y el curso oscilante de la
enfermedad dificulta la valoración de las
intervenciones terapéuticas.
El tratamiento de la ENMI debería ser considerado en
forma personalizada, con un seguimiento y control
periódicos, por parte de un médico de cabecera. El
mismo debería derivar en interconsulta a las
especialidades que correspondan, acompañando el
proceso de recuperación con una rehabilitación
físico-cognitiva que contemple el ejercicio gradual
y la estimulación cognitiva. Así mismo, se debería
incluir técnicas educacionales y de apoyo
psicológico y social, así como favorecer una buena
relación médico-paciente.
La falta de un diagnostico preciso y la prescripción
de tratamientos erróneos pueden conducir a las
personas con ENMI a un mayor deterioro y en casos
extremos a la parálisis. En un gran número de casos,
la ENMI conduce a un crónico debilitamiento. El
grado de discapacidad física y/o intelectual varía
enormemente, pero la característica clínica
dominante de profunda fatiga esta directamente
relacionada con el tiempo que la persona persistió
en el esfuerzo físico y/o mental desde el comienzo
de la enfermedad. Aquellos pacientes a los que les
es dado un periodo de reposo forzoso desde el
comienzo de la enfermedad logran una mejor y más
rápida recuperación.
Características
Principales
La Encefalomielitis
Miálgica con sus numerosos síntomas y sus variadas
manifestaciones es clínicamente reconocible a partir
de sus características más definitorias:
1. Presenta
un patrón de síntomas característico, entre
los más destacados:
Agotamiento extremo, dolor de cabeza de un nuevo
tipo, patrón y severidad, dolores musculares y
articulares debilitantes, trastornos en la memoria
de corto plazo, déficit de atención, fiebre,
inflamación de ganglios, presión baja,
hipersensibilidad a los estímulos externos.
2. Su rasgo más patognomónico, la limitación
en la actividad; el paciente no puede
sostener una cantidad de actividad normal. Se
produce un desequilibrio entre la capacidad de hacer
y el reposo. La actividad por menor que sea resulta
siempre excesiva, y el descanso nunca parece
suficiente.
3. La intolerancia ortostática es un factor
esencial para el diagnóstico. Todos los
síntomas empeoran cuando el paciente está en
posición vertical y tienden a mejorar en posición
horizontal. Un bajo volumen de sangre y la presión
baja juegan un rol decisivo en la manifestación de
este síntoma.
4. Su cronicidad, el día a día de
la persistente sensación de enfermedad es esencial
para el diagnóstico. Tener un “buen día” no
significa para esos pacientes “estar bien” sino
estar mejorando por encima del promedio de los días
anteriores.
5. La fluctuación de su severidad y sus
sucesivas recaídas y remisiones. Los
síntomas tienden a agravarse por estrés físico o
emocional y a mejorar con reposo y descanso.
Esta enfermedad se expresa de distintas maneras en
cada persona y en su manifestación participan
numerosos factores de predisposición genética,
agentes disparadores, así como también factores que
contribuyen a su mantenimiento o mejoría.
Fases de la Enfermedad
Se trata de un proceso de enfermedad que cursa en
distintas fases o etapas:
1. Fase aguda: Con debilidad
extrema y mayor cantidad de síntomas donde el reposo
es esencial y el esfuerzo y la sobreactividad son
contraproducentes.
2. Fase crónica: Etapa de
fluctuación en la manifestación de síntomas, en el
grado de energía disponible y en el nivel de
actividad posible. Mantener el correcto equilibrio
entre el descanso y la actividad es crucial. El
exceso de actividad, ya sea física, mental o de
estrés emocional puede causar una recaída.
3. Fase de recuperación: Períodos
de estabilización en los que los niveles de energía
y la sintomatología pueden mejorar lo suficiente
como para reanudar ciertas actividades. Es
importante seguir monitoreando el nivel de actividad
y de energía evitando posibles recaídas.
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